EL VIOLIN


EL VIOLIN

Cuántas veces te vi recogiendo
el canto de un recinto enlutado.
Mis señales turbulentas
por un camino de estrellas rotas.
Aceptando las condiciones
de mis palabras fatigadas
deteniendo el índice de tu boca
en mi danza ansiosa de espectáculos
y sobrepasando
mis trémulas afirmaciones
sonreías junto a la expansión
de tu orgullo relevante.
Siempre te descubrí
en mis noches complacientes
dispuesta a los besos
de un náufrago perdido.
¡Oh! amor coronado de anhelos
y enigmas prohibidos
el honor de mis sentidos
te saluda flotando en tu pelo.
El encuentro de un pontificio
camina apresurado en mi cerebro
y una orquesta desconocida
cae como la lluvia sobre el velo
de mi extenuante imaginación.
La visión cotidiana
de mis conocimientos te busca
presenciando tu existencia invasora.
El mérito del amanecer
habla en tu corazón
brillante de sombras
y contemplando el paladar
de un ilusionista,
avanza mi rueda
a tu altar eterno.
Supongo que las llamas
de un volcán me llevan contigo
al espacio sin límites de tu ser
a los dados de un centinela sin alma
a la más tenue identidad
de un remolino sin aliento.
Una indolente página de mártires
ha dejado una rosa en tu lecho
y una carroza de tumbas amargas
suspira en tus manos provocadoras.
Un misterio celestial te espera
para renovar en tus brazos
el sabor de los olivos.
En ese occidente te amarán
las naves prehistóricas del silencio.
La personificación de un trébol
adornando un poema
de Rimbaud.
Amor, cuántos pétalos de sangre
han caído de tus venas
enlutadas de pasiones.
Cuántas gotas de rocío
han deshojado tu lamento
esperando el brote de los cerezos
en un retrato antiguo.
Las nubes congeladas
de un rumor establecido
consignan en tus ojos
la paz de los míos
y una caravana huérfana
ha escrito tu nombre
en el libro de un cometa.
El perfume de una amapola
ha caído en el sueño
de algas violentas.
No quiero que tus secretos
penetren en la residencia de los cisnes
sepultándolos en un reloj de arena.
Solo quiero el hangar
de un antifaz póstumo
comulgando su contenido.
La puerta de tu jardín
abrigado por un golpe de túneles
y la brújula de tus piernas
atravesando los órganos de un abecedario.
Quiero un remolque
de agrios puñales
rompiendo el silencio de un lamento.
Amor mío, la tierra que mata
la risa de los peces
sacude los acacios de tu figura
y siento que late prófugo
tu corazón desvelado.
Qué extrañas formas
delirantes te acompañan
Qué testigos de una astronomía
en la curva de mi mano
se extiende hacia ti.
Qué horóscopo forma
el dique de tu rostro poblado
de grandes disparos
que poco apoco me asesinan
en el puente de un violín.

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